NUEVA
ALARMA EN EL PLANETA AZUL
El Dr. Universo está
atendiendo, como desde hace miles de eones, su creación. Para poder disfrutar
de su criatura debe corresponder con su atención y cuidado. Hay sucesos cotidianos
inevitables, como el final de la vida de algunas estrellas cuya energía se
acaba, pero eso es ley de vida y forma parte del equilibrio global.
El Dr. Universo está
atento básicamente a lograr que no se rompa ese equilibrio. En todo el conjunto
e individualmente en cada astro o sistemas astrales. Por otro lado hay decisiones
que lleva tiempo tomar, como el caso del planeta Épsilon Eridani que pretende
condiciones más favorables para albergar vida. Esta decisión necesita un análisis
muy detallado a fin de tener en cuenta las posibles consecuencias sobre el
delicado equilibrio.
Siempre hay millones de
cosas que hacer en el Cosmos, pero las urgencias mandan. Acaba de llegar la
Dra. Eternidad a darle cuenta de una alarma que ha saltado en una de sus
pequeñas galaxias. Quizás las que más preocupaciones le ocasiona.
—Tenemos un nuevo
problema con la Vía Láctea, Dr. Universo, concretamente en el sistema de la
estrella El Sol. Parece imposible en tan poco tiempo —introduce a modo de titular
la Dra. Eternidad.
—Se está haciendo vieja
su estrella seguramente… —responde el doctor tratando de disimular su interés y
preocupación.
—Sabe que no es nada de
eso. El Sol está en su juventud. Imagino que puede intuir donde está el
problema —osa decir la Dra. Eternidad—. Es nuevamente su planeta Tierra.
— ¿Sus problemas
recientes de gases? —Aventura el doctor una vez más—.
— Ciertamente no está
solucionado —le recuerda la doctora— pero en principio no está yendo a más.
Desde que analizamos al microscopio al planeta Tierra, los descubrimientos
sobre el peligro que para él supone la vida, suma cada minuto una preocupación
nueva. Concretamente la vida dominante que alberga. Y afinando aún más, su
evolución.
—Esos seres
indefinibles son los causantes del problema de gases—recuerda amargamente el
Dr. Universo—, y es difícil predecir qué problemas son capaces de idear.
—Creo que el planeta
Tierra ha sido su mejor obra. Y darle ese título es muy atrevido, viendo las
estrellas y las galaxias que son un espectáculo de quitarse el sombrero. Pero
en La Tierra… los detalles que creó… “chapó”
—Esa raza humana no
sabe valorar lo que tiene —habla el doctor pareciendo estar en un monólogo y no
haber escuchado el halago de la Dra. Eternidad—. Todavía recuerdo el suceso
nuclear que podría devastar toda la vida del planeta…
—Un problema muy
preocupante que está todavía latente. De momento no parece haber miedo, pero no
se puede dar por eliminado. Son autodestructivos.
—Si solo les afectase a
ellos dejaría de ser un problema para ser una solución, pero arrasan con todo
lo que tienen alrededor. No sé qué tratamiento se le puede aplicar… ¿algún
meteorito mediano? ¿Una pequeña lluvia de ellos? ¿Una sequía?
—Todos los tratamientos
para paliar los efectos de la raza humana han sido insuficientes. Parece que
solo ellos pueden destruirse. Solo sería posible plantear la destrucción total
—sugiere la Dra. Eternidad—. Empezar de cero. Quizás la tortura a cargo de los
humanos sea peor que la eliminación directa.
—Es duro ver como el
trabajo de tantos eones se puede venir abajo en tan poco tiempo, en tan solo un
recorrido de la elipse que describe la Vía Láctea en el espacio. —Compara el doctor con dolor los tiempos—. La
Tierra ha completado 4.500 millones de veces esa parábola alrededor de la
estrella Sol. Pues de esas miles de millones de vueltas que ha dado, solo en
las doscientas o trescientas últimas, esa raza está haciendo más daño a la
salud de su planeta que todas las glaciaciones juntas. Seres tan diminutos y
tan dañinos.
— Sé que La Tierra es
su “niña bonita” —le dice a modo de consuelo la Dra. Eternidad—. Como bien
dice, la humanidad es una enfermedad en sí misma. Lejos de intentar resolver
los problemas que ellos mismos han creado a su propia casa, los dejan latentes.
Quizás para utilizarlos en una destrucción total más adelante. Y mientras dejan
latentes los medios destructivos, se dedican a crear otros nuevos.
— ¿No estaban dotados
de inteligencia? —Se sorprende más que pregunta el doctor.
— No la saben utilizar
—parece concluir la doctora—, o sí, pero para destruir. Han encontrado una
nueva forma “inteligente” de buscar la destrucción. Es más lenta pero más
segura. Al parecer están mutando su agresividad sutilmente. Están utilizando un
sistema que camufla su daño como beneficio, haciendo que la autodefensa no se
active.
— ¡Qué inteligencia tan
implosiva!
— El diagnóstico es el
siguiente. La población humana está creciendo de manera exponencial. Esto no es
beneficioso porque sabemos que la población humana invade, al tiempo que
destruye el hábitat de otros seres vivos. Y no descansan. Ocupan incluso el
espacio que respiran.
— ¿El planeta Tierra
activa las autodefensas?
— Algo hace ante los
problemas notorios. Erupciona volcanes, provoca terremotos, algunas
inundaciones importantes pero es inútil. El daño que puede provocar a esta
plaga humana, el propio planeta es muy pequeño. Pero ante esta nueva amenaza
etérea, disfrazada de cuento de hadas, está totalmente indefensa.
— La evolución humana
es un problema que se veía venir. Pero no sé qué remedio aplicar a esta
enfermedad. —Habla el Dr. Universo mientras pasea en reducidos círculos—.
Cualquier iniciativa preventiva que intentamos parece hacerlo más fuerte.
Todavía me produce pesadillas la desaparición de los maravillosos seres que
provocamos con la última glaciación y los humanos indemnes, como si nada. —Se
produce un momento de silencio de cierta gravedad hasta que pregunta el
doctor—. ¿Y cuál es esa nueva idea terriblemente asoladora que han ingeniado?
—se interesa resignado.
— La rapidez con que
ocupa toda La Tierra se está viendo acelerada por un nuevo pensamiento que se
ha detectado en el comportamiento de los humanos —intenta explicar la doctora—.
La invasión de los hábitats donde residen los seres que consideramos no humanos
es prácticamente total, pero ahora pretenden humanizar al resto de seres. Su
diferenciación, como bien diseñó, formaba parte de un equilibrio que fortalecía
el planeta.
— ¿Pretenden hacer que
todos los seres vivos sean humanos?
— Para entendernos esa
es la mutación que están sufriendo. Van a absorber el resto de vida de La
Tierra. —Explica la Dra. Eternidad—. En los análisis microscópicos se puede ver
perfectamente la aparición cada vez más extendida y numerosa de seres no
humanos entre ellos, por supuesto sometidos a su voluntad. Encerrados y atados.
— ¿Es la forma de
hacerlos humanos? —pregunta el doctor.
— Parece ser que sí. Se
percibe en los análisis que la barrera sináptica entre el mundo de los humanos
y el del resto de seres vivos que no se han humanizado está menguando a la
misma velocidad que la capa de ozono.
— Tiene que ser muy
reciente.
— No llega a diez
desplazamientos parabólicos del planeta —responde la Dra. Eternidad—. Y puedo
asegurarle doctor que ya es preocupante.
— Sin duda estos humanos
son poderosos destructores —concluye el doctor reforzando la idea que ya
tenían—. O estás con ellos o contra ellos. El resto de seres terrícolas lo tienen
difícil.
— Imagínese las
consecuencias —pronostica la doctora—. Provocará que el crecimiento de la
población humana, ya sobrepoblación, se dispare, con lo que esto implica.
— Llevará en menos de
cien vueltas terrícolas alrededor de su estrella El Sol, a acabar con cualquier
territorio que no habite el hombre —prevé asustado el Dr. Universo—. Se multiplicarán
aún más las zonas edificadas. Más vías de tránsito. Más vida humana. Más destrucción
del resto de vida.
— Romperán el débil
equilibrio que conserva el resto de vida —visualiza la Dra. Eternidad—. Será
una invasión a todos los niveles. La Tierra será definitivamente controlada por
estos bárbaros. Maniatada e indefensa. Me temo Dr. Universo que su maravillosa
creación, su Tierra amada, está pendiendo de un fino hilo.
— Y los “inteligentes”…
dándole categoría de amor al verbo humanizar. ———Reflexiona el Dr. Universo antes de
sentenciar—. Solo la humanidad puede decidir no destruirse. Supongo que sería
ir contra su naturaleza. Es grande la impotencia de dejar en manos del
destructor, el destino de su salvación. Pero lo que me produce este dolor que
me mata, es dejar en el concepto “humanidad” la salvación del pequeño planeta
de color azul.